Historias de naufragios en las
sinuosas costas rochenses, han hecho correr tinta y dado lugar al
imaginario popular, pero lo cierto es que, el primero registrado data
de 1516, cuando se hundió la nave de Francisco Torres, integrante
de la escuadra de Solís. Muchos de los restos de estos barcos,
aun son visibles y sus viejos esqueletos emergen de las aguas o descansan
en sus playas, transformados en atractivos turísticos o en
excelentes pesqueros. Una gran caldera, perteneciente
a un naufragio desconocido, está sobre la playa de la barra
de la Laguna de Garzón y, se dice que, en bajantes excepcionales,
pueden verse los restos del buque francés POITOU frente a
Las Garzas.
En la playa CORUMBA de La Paloma, descansa la caldera
de paquebote brasileño que da nombre a esta playa, que naufragó
en 1874 cumpliendo la carrera Montevideo – Río de Janeiro.
Sobre las arenas de La Madrera se ven los restos del atunero CATHAY
8 encallado en 1971.
Unos diez kilómetros antes de llegar al Cabo
Polonio, sobresalen apenas los restos del RÍO CHUBUT, carguero
argentino hundido 1959. Tres kilómetros al este del Cabo,
se ven los restos de dos buques también argentinos: el JUAN
TRAVERSO, encallado en la playa de La Calavera en 1944, y, 250 metros
más al este, están los restos del barco más
famoso del Polonio, el DON GUILLERMO, ex barcaza de la marina estadounidense,
encallada en 1952.
En Aguas Dulces, a veces se puede observar los restos
del bergantín goleta JUNIOR, hundido en 1869, y de vapor
inglés GAINFORD, hundido en 1884. Quince kilómetros
más al este, en La Esmeralda, destacan los restos del carguero
COCAL, encallado en 1969.
Por último, frente a La Coronilla, está
lo que queda del PORTEÑA, vapor que fue arrojado contra la
costa después de una increíble aventura. |