Reina absoluta y silenciosa del paisaje
rochense, "la orquesta de las palmas" -tal como la llamó
Carlos Roxlo en la poesía que dedicó a su belleza- posee
una magia que atrapa al visitante. Miles y miles de palmeras dos y
tres veces centenarias conforman un paisaje único e irrepetible,
"deleite de los ojos y encanto de las almas", según
el poeta.
La palmera butiá es una especie propia del Uruguay y del sur
de Brasil (estados de Mina Gerais, Paraná, Santa Catarina y
Río Grande del Sur), pero las agrupaciones que forma en nuestro
país son únicas por sus dimensiones y por su densidad.
Estos bosques, totalmente autóctonos a pesar de aspecto exótico
y tropical, ocupan unas 70.000 hectáreas de los departamentos
de Rocha y Treinta y Tres y alcanzan su máxima expresión
en los palmares rochenses de Castillos y de San Luis.
La butiá se distingue de las otras especies de palmeras que
crecen en Uruguay, entre otras cosas, por el color verde ceniciento
de sus hojas. Crece fundamentalmente sobre suelos planos e inundables,
aunque también se la encuentra en zonas serranas, integrada
al monte indígena.
Su tronco mide entre siete y nueve metros de altura y entre 40 y 60
centímetros de diámetro. Cada palmera posee hasta 25
hojas compuestas que miden entre dos y tres metros de largo, con un
eje central (raquis) del que parten cada una de las hojas individuales,
denominadas pinnas.
Las palmeras tienen, a veces, una serie de plantas que crecen sobre
sus copas, como el higuerón, cuyas semillas transportadas por
los pájaros germinan sobre la palma, la abrazan y pueden llegar
a estrangularla.
Café, miel y colchones
Los frutos de estas palmas -llamados coquitos o butiá- tienen
forma ovoide, son de color amarillo anaranjado y son comestibles,
de sabor agridulce. La floración comienza generalmente en enero,
si bien las plantas viejas no florecen todos los años. El butiá
madura en la primera quincena de abril.
Los coquitos, además de comerse frescos en estación,
son usados con varios fines. Macerados en alcohol producen un buen
licor, la tradicional caña con butiá que suele ser vendida
por puesteros al costado de la ruta 9; hervidos en agua con azúcar
dan "miel de coquito". También son usados como alimento
para los cerdos. Engordados con butiá, dicen en Rocha, su carne
adquiere un sabor y aroma especial.
Pero las posibilidades de aprovechamiento económico que ofrece
esta palmera exceden a sus frutos. Las semillas, molidas y tostadas,
son utilizadas para hacer el llamado café de coco -que se toma
como infusión, mezclado con leche o café, o agregado
al mate- y son, además, ricas en aceite de alto contenido calórico.
Las hojas se emplean como forraje para el ganado en tiempos de sequía
y la fibra que de ellas se obtiene se emplea para rellenar colchones
y fabricar felpudos o esteras.
Además, la miel que producen las abejas en la zona del palmar,
está basada fundamentalmente en el polen de butiá, lo
que le confiere un color ámbar claro y una alta calidad. PROBIDES
y -la Facultad de Agronomía han desarrollando, junto con productores
de Lascano, un proyecto para producir artesanalmente este tipo de
miel, sin agregados químicos.
Salven el palmar
El palmar de Castillos está ubicado al sur del departamento
de Rocha, en una zona fundamentalmente ganadera. Es en él donde
el bosque tiene una mayor densidad, llegando a las 480 palmeras por
hectárea.
En cambio, los palmares de San Luis, en el norte del departamento,
se encuentran en una región dedicada al cultivo del arroz,
son más ralos y están peor conservados.
La palmera butiá no corre riesgo de extinción, pero
sí el palmar, hoy compuesto casi exclusivamente por palmeras
que ya tienen una edad estimada de entre 200 y 300 años. El
envejecimiento del palmar se torna dramático porque el ganado
se come las plantas jóvenes, por lo cual los ejemplares no
se renuevan. La agricultura lo afecta aún más negativamente,
puesto que altera la estructura del suelo y de su ecosistema.
La conservación del palmar no es una tarea fácil. Experimentos
realizados en zonas donde se ha excluido al ganado han tenido un éxito
parcial al crecer una gran cantidad de retoños, pero muchos
de éstos murieron por tener un crecimiento más lento
que otras plantas, no pudiendo competir con ellas por la luz del sol.
Las nuevas palmeras solo tienen éxito en lugares serranos bien
protegidos, en la orilla de los arroyos y en los bordes de las carreteras,
donde no accede el ganado.
Preservar los palmares de Rocha es un desafío que enfrenta
el país, tanto por su potencial económico como por su
valor cultural y paisajístico. |