| LAS 
            VACACIONES QUE VIENEN Calmas playas de Rocha
 
 La 
            Paloma, La Pedrera, Punta del Diablo y otras joyitas, cada una con 
            su estilo, configuran los 180 kilómetros de costa del departamento 
            de Rocha. Lagunas, palmeras, aves y un verde mar que siempre invita 
            al descanso.
 
 Playas 
            oceánicas, la luz del sol y el olor salado del viento, los 
            atardeceres sobre el mar o filtrados por las copas de los árboles. 
            Rincones casi secretos, el aroma del bosque que flota en el aire o 
            el sabor de un abadejo o unos buñuelos de algas. Un paisaje 
            original, una mezcla de pueblos de pescadores con una naturaleza agreste, 
            poco trabajada y buena infraestructura. El departamento de Rocha, 
            en Uruguay, se dibuja a lo largo de 180 km de costa, para todos los 
            caprichos: paz o movimiento.
 La Paloma es 
              el principal balneario, y también uno de los más antiguos. 
              A raíz de los naufragios que se producían en la zona, 
              en 1874 se construyó en la punta del Cabo Santa María 
              el faro de La Paloma. Aún hoy es una de las actividades imperdibles: 
              llegar hasta lo más alto —150 escalones en espiral— 
              y disfrutar de la postal del mar. En los alrededores, se puede ver 
              el conjunto de casas que inició a La Paloma como balneario, 
              algunas con las fachadas ya sin brillo, pero con las fachadas florecidas 
              cada verano.  El mayor encanto son las playas, cada una con una 
              fisonomía diferente: mansas, como la de la Bahía, 
              frente a la Isla de la Tuna, y bravas, como Anaconda. En La Balconada 
              es una costumbre ir a ver el atardecer, y aplaudir como si se tratara 
              de una puesta en escena. Por sus curvas y rocas, la playa de Los 
              Botes es la favorita para una caminata, aunque la mayor parte de 
              los puestos de pescadores artesanales que atraían con sus 
              artes, fueron retirados. Ahora se los puede ver en el puerto, construido 
              en el año 1910, otro de los paseos clásicos de La 
              Paloma, incluso para ver parte de la fauna nativa, como los lobitos 
              marinos. Los pescadores, cuentan, suelen salir al mar bajo la protección 
              del Cristo de Lucho, una escultura realizada por un artista y pescador. 
             Otro clásico es una visita a la pintoresca, 
              vieja Estación de Ferrocarril. Es una especie de joya de 
              La Paloma, ya que es la única que, aunque dejó de 
              funcionar mucho tiempo atrás, resiste y todavía puede 
              verse en las playas del oceáno Atlántico. La Paloma está estructurada alrededor de una 
              avenida —Solari— donde está una buena parte de 
              los comercios, además una feria artesanal, tres salas de 
              cine, el casino y la casi nueva terminal de ómnibus. Para 
              extender la noche hasta el amanecer, hay cinco boliches, entre ellos 
              uno especial para los adolescentes. Desde el puerto pesquero hacia el este, se extiende 
              una cadena de playas: La Aguada, Costa Azul, Antoniópolis 
              y Arachania. Muy cerca, ideal para llegar en bicicleta, está 
              la Laguna de Rocha, declarada Parque Nacional. Ocupa unos 70 kilómetros 
              cuadrados y sólo una franja de arena la separa del océano. 
              Entre las más de 200 especies de aves que viven allí, 
              hay que prestar especial atención a los cisnes de cuello 
              negro y a los flamencos rosados. No es dato menor que los humedales 
              de Rocha —un paisaje que combina lagunas, bañados, 
              arroyos y ríos— son Reserva Mundial de Biosfera. Desde La Paloma, hay una serie de paisajes ineludibles, 
              pequeños pueblos rústicos que muestran otra cultura, 
              otra forma de vida. Como el Cabo Polonio, único, con su bello 
              y solitario faro sobre el mar y las dunas móviles, otro monumento 
              natural de Uruguay. Hay pequeños restaurantes que ofrecen 
              buenos platos de pescado y, de tarde, hay que buscar el pan casero, 
              elaborado por la gente del Polonio. Valizas es campo sobre el mar. Está junto 
              a la desembocadura del arroyo que lleva el mismo nombre, una postal 
              de arena y botes de pescadores. La recorrida por el arroyo hasta 
              la laguna de Castillos, que se puede hacer en muy módicas 
              embarcaciones, es también una visita al corazón de 
              Rocha. La zafra del camarón es una de las actividades típicas 
              de esta zona. Por las noches, la laguna de Castillos se ilumina 
              con decenas de lucecitas: son los candiles de los pescadores que 
              esperan pacientemente su recompensa. Aguas Dulces es una de las 
              playas más típicas del Uruguay, la de las largas mateadas 
              a la orilla del mar. Tiene una calle central y, a pasos de la arena, 
              las casitas de madera son la referencia cuando se vuelve de las 
              caminatas para buscar berberechos a la orilla del mar. Playas oceánicas
 Cerca de La Paloma, a sólo siete kilómetros, 
              está La Pedrera, un balneario más exclusivo y elegante, 
              con un increíble balcón al océano infinito. 
              Aquí todo es calmar. Su casco viejo registra el pasado: un 
              conjunto del año 1898, como la campana de la iglesia, desenterrada 
              del fondo del mar. En La Pedrera, aseguran los que veranean aquí 
              año tras año, se come cuando hay hambre y se va vestido 
              según el antojo de cada uno. Son vacaciones para caminar 
              horas por una playa océanica casi desierta, escuchar música 
              en el Club Social, tomar una cerveza en un bar, sentarse en la Rambla 
              a mirar el mar, comer pescado y mariscos frescos o preparar un asado 
              y desfilar en carnaval. Una combinación de mar con los verdes 
              del bosque.
 En cuanto a playas, la que se conoce como "desplayado" 
              es la ideal para llevar a los niños. Contra las rocas hay 
              una pequeña bahía donde la mayor parte de los días 
              el oleaje es pequeño. Otra, la Playa del Barco, hace referencia 
              a los restos del naufragado Cathay. Suele convocar a la gente joven 
              y a los surfistas. Punta Rubia forma una suave curva hasta el Cabo 
              Polonio y parece dibujada para caminarla.  Informal hasta la médula, en La Pedrera la 
              noche también tiene su encanto. Desde mirar desde el acantilado 
              la luna que dibuja una estela en el mar hasta disfrazarse y salir 
              a bailar en Carnaval, famoso en toda la costa. Con el ritmo de las 
              cuerdas de tambores de La Pedrera y La Paloma, se desfila el lunes 
              de Carnaval por la calle principal. La fiesta termina el Miércoles 
              de Ceniza, en el Club Social, con un baile de disfraces. Para el 
              año próximo, las fechas claves son entre el 21 y el 
              25 de febrero. En enero, espera un Festival de Cortometrajes y recitales, 
              entre ellos, del grupo argentino Karamelo Santo y de los uruguayos 
              No Te Va a Gustar. No hay que perderse el Club Social, inaugurado en 
              1956. De esa época conserva el piso damero y el aire de club 
              de pueblo. Desde hace algunos veranos, ofrece cafetería, 
              biblioteca, música, exposiciones de fotografía y pintura, 
              mesas de ping pong y de pool y espectáculos en vivo. Punta del Diablo, con sus callecitas curvadas, sus 
              puestos de comidas de mar y de artesanías originales, es 
              todavía hoy, un auténtico pueblo de pescadores. Se 
              trata de un balneario absolutamente original y así es también 
              la arquitectura, rústica. A raíz de la gran cantidad 
              de piedras —esculpidas por el mar y de formas insólitas— 
              es muy fácil recoger algas para preparar unos típicos 
              y deliciosos buñuelos. Las playas son abiertas y generosas: 
              la Brava, de buen oleaje, y la Mansa, una pacífica bahía 
              resguardada del viento. En Punta del Diablo se puede estar cerca 
              y lejos del mundo. Hay paradores de madera para las noches y pubs, 
              un cibercafé y una galería de arte. La propuesta de Rocha no se agota en las playas. 
              Lagunas, montes de ombúes y palmares de butiá, típicos 
              de la región, fortalezas, parques y museos históricos 
              se despliegan hasta el Chuy, en la frontera con Brasil. |