Desde La Paloma es posible pasear
por los balnearios más renombrados de la costa uruguaya,
todos ellos tienen una belleza rústica y un desarrollo que,
a pesar de los años, puede considerarse incipiente.
La Pedrera, a unos 15 kilómetros de la ciudad, es un caserío
pintoresco, donde no hay más de tres hoteles y que creció los últimos
dos años por las visitas de los adolescentes. Punta del
Diablo, montada a un pedrerío que separa sus playas, mantiene
en el diseño de sus casitas el espíritu de los pescadores
que la hicieron crecer. Valizas resguarda sus arenas del universo
comercial. La rusticidad del paraje cobija hipies y mochileros
y sus playas alientan libertad.
Detenida en el tiempo, Cabo Polonio se mantiene en su refugio de
dunas, sin electricidad ni gas, visitada cada día por los
viajeros que llegan a caminar sus playas y se van al caer la noche
en los vehículos que se disponen a cerrar cada ciclo.
Rocha es para muchos un departamento aún por descubrir,
una zona privilegiada por la naturaleza donde recorrer sierras,
costa oceánica, lagunas, bañados, ríos y arroyos,
dunas y casi 70.000 hectáreas de palmares formados por palmeras
butiá. Las islas oceánicas están ubicadas
a corta distancia de la costa, con colonias de lobos marinos. Y
un Monte de Ombúes, ubicado sobre la Laguna de Castillos,
que los uruguayos aseguran que es único en el mundo.
Es a la vez una zona rica en historia, disputada por portugueses
y españoles que dejaron sus huellas en fuertes, como el
de Santa Teresa o San Miguel. Y el pasado indio, presente en sus
cerros.
La naturaleza rochense es generosa. Los frutos del mar, la ganadería,
jabalíes, ñandúes, verduras, hortalizas y
granos, combinados con la calidez de su gente, derivan en una cocina
entrañable, natural y fresca.
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