Un lugar único y, por la combinación de factores humanos y naturales, de alguna manera irrepetible. Punta del Diablo es un pequeño pueblo de pescadores que, por la afluencia sostenida de turistas, terminó convirtiéndose en un punto de referencia para aquellos que prefieren los territorios aún poco visitados antes que los templos del turismo oficial. A unas tres horas de Montevideo, en el kilómetro 298 de la ruta 9, y al filo del límite con Brasil, esta aldea conserva su esencia original. Simples cabañas y hosterías esperan con un único lujo, el mar. El poblado aguarda apacible. Se estableció al pie de un istmo de piedras, donde la espuma sube metros y metros. Allí mismo comenzaron a recalar pescadores, conformando un lugar que ha crecido sin perder este espíritu.
En Punta del Diablo la escenografía no está armada. Es un verdadero pueblo de pescadores cuyos habitantes permanecieron durante años aislados y abocados a la pesca del tiburón. Al atardecer, se pueden observar las chalupas de color naranja sobre la arena, mientras que temprano, por la mañana, las cabezas de pescados aparecen en la playa, relegando quizás lo estético, pero asegurando frescura en los platos que se sirven en los pequeños y pintorescos restaurantes. Porque, en Punta del Diablo, salir a cenar mariscos y pescados es una obligación. Dada la abundancia de rocas, es fácil recoger algas y un plato típico del pueblo son los buñuelitos de algas.
La arquitectura del lugar es informal porque con ese grado de informalidad creció el pueblo. Sin embargo, hay cierta continuidad en su aire rústico, de aldea marina. Así y todo, sin perder su aire despojado, Punta del Diablo fue incorporando algunas comodidades en materia de alojamiento. En el extremo de la punta rocosa, numerosos puestos de venta de artesanías confeccionadas con vértebras de tiburón le dan un toque aún más pintoresco al conjunto del pueblo.
Las playas merecen un párrafo aparte: son, simplemente, espectaculares. Al sudoeste está la Brava, con olas que cortan el especial verde azul del mar con una espuma blanquísima. Pero es aconsejable tener cuidado porque al ser territorio casi virgen, el mar suele ser bastante traicionero. Para los más chicos es ideal la Mansa, una tranquila y enorme bahía resguardada del viento.
Un lindo paseo desde Punta del Diablo consiste en alquilar un carro tirado por caballos y llegar por la playa hasta el Cerro de la Viuda, con extrañas formaciones rocosas, que apenas se ven desde el casco urbano. Se trata de una misteriosa mansión con faro y hasta pista de aterrizaje, propiedad, según dicen los lugareños, de una rica argentina cuya identidad permanece en el más cómplice de los secretos. La mansión fue construida en los años 50, cuando el pueblo no figuraba en ningún mapa y no había caminos hasta la costa, por lo que haber acarreado los materiales de semejante construcción hasta este aislado lugar, goza de ciertos tintes épicos y hace aún más grande el misterio que la rodea.
En Punta del Diablo también funciona la Casa del Mar, un museo dedicado exclusivamente a la vida del océano y de sus orillas. Un extraño pez luna, el cráneo de una ballena que midió 18 metros y la mandíbula de otra que alcanzó los 31, son algunos de sus principales atractivos.
Para los amantes de la pesca, el roquedal de la punta invita al encuentro de corvinas, cazones y alguna "criolla", mientras que el sargo y el pejerrey son muy habituales en la zona. Con su quietud, Punta del Diablo ofrece unas vacaciones diferentes donde no es aconsejable llevar vestidos de noche o trajes a medida.
Datos útiles
COMO LLEGAR. En auto, por ruta 9, a la altura del kilómetro 298 hay que entrar por el camino que lleva al pueblo. La ruta se encuentra perfectamente señalizada. En micro hay varias compañías de micros que llegan desde Montevideo. |