A sólo 55 kilómetros de La Paloma se
encuentra Cabo Polonio, un sitio imperdible en la costa atlántica uruguaya.
Un paraíso sólo contaminado por la belleza natural, un lugar mágico
a pesar de no poseer luz eléctrica ni agua corriente ni gas natural. Un
sitio cuya tranquilidad es interrumpida por el vuelo bajo de los teros sobre
las playas al atardecer. Un espejo donde las puestas de sol parecen interminables
y las sensaciones y colores que entregan son indescriptibles. Los pequeños
barcos pesqueros descansan sobre la arena blanca de la playa hasta las primeras
horas de la mañana y la ropa tendida en las casas diseminadas a lo largo
de la bahía se empeñan en pelear contra el viento. Muy lejos de
la civilización tal como la conocemos, pero cerca de la perfección,
Cabo Polonio se acerca a un paraíso, un lugar exótico y romántico.
El cabo, donde reside una población estable de 150 personas y posee una
escuelita rural con alrededor de 20 chicos, es tan fascinante como peculiar,
en el que se desparraman unas pocas casitas de irregular arquitectura, rodeadas
del ruido intenso que producen los lobos marinos, del constante viento y de la
bravura del océano. A pesar de su precariedad, su visita resulta cautivante.
En honor al capitán
Cabo Polonio, cuyo nombre es en honor al capitán de uno de los ocho barcos
que naufragaron en sus peligrosas aguas, es una península rocosa que se
mete en el mar bravo del este uruguayo. Algunos pobladores memoriosos sostienen
que en realidad los naufragios eran provocados para cobrar el seguro. Otros dicen
que en el fondo de este océano hay oro, cerca de las tres islas que hay
enfrente y que se divisan a simple vista. Un lugar donde las historias se moldean
al gusto y a la medida de sus pobladores más viejos, siempre ávidos
de contarlas a sus visitantes.
En el extremo del cabo se levanta el faro, que es una de las atracciones del
lugar, junto con la reserva de lobos marinos y la ex factoría de Ilpe.
El faro, que es una dependencia de la armada nacional, es el más oriental
de la costa uruguaya.
Al pie del faro y en uno de los extremos del cabo se puede apreciar también
una de las mayores reservas de lobos marinos del mundo, que fue creciendo en
gran número desde que en 1991 el gobierno uruguayo prohibió la
matanza. La planta faenadora funcionaba desde 1914, cuando en el cabo se empezó a
edificar un pequeño pueblito dedicado a la caza de lobos y a la pesca.
El "descubrimiento" de Polonio como sitio turístico hizo que
en los 80 hayan proliferados las pequeñas y rústicas construcciones
y los visitantes fueron cada vez más numerosos.
Si bien no es una isla, se asemeja bastante, puesto que están algo aislados
desde el momento en que no se puede llegar en automóvil. Sólo se
puede acceder a pie o en vehículos todoterreno que estén autorizados,
puesto que sólo hay arena. Para llegar a este sitio sólo hay que
transitar hasta el kilómetro 264 de la ruta 10. Hay que dejar el automóvil
en el estacionamiento y subirse a un camión o jeep (agencia El Francés,
099 050767), que por 150 pesos uruguayos (unos 23 pesos argentinos dependiendo
del cambio) lo trasladarán por los seis kilómetros de intrincadas
dunas hasta llegar al Cabo. El viaje (ida y vuelta, coordinando el horario de
regreso) para los menores tiene un costo de aproximadamente 12 pesos argentinos
y de 15 por persona para contingentes.
Para aquellos que quieran quedarse un par de días en Polonio hay dos hoteles
y varios hospedajes, además de casas que se alquilan. Los valores de los
hoteles oscilan entre los 70 y los 90 dólares, dependiendo de la demanda,
al tiempo que esa cifra se reduce en los hostels, que cuestan entre 40 y 60 dólares
la doble con desayuno.
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