La costa atlántica que baña el departamento de Rocha, donde se ubica Punta del Diablo, es una sucesión de pequeñas poblaciones, llamadas en este país balnearios por su atractivo como lugar de descanso. Rocha no es el perfecto retiro estival sólo para los uruguayos, sino también para cientos de argentinos que cada año, de diciembre a febrero, toman el departamento.
Y en el corazón de Rocha, a 300 kilómetros de Montevideo, 48 de la frontera con Brasil y 35 minutos de vuelo desde Buenos Aires, está Punta del Diablo, una de las joyas de este litoral, con permiso de Cabo Polonio, La Pedrera o Valizas.
El lugar tiene una población estable de unos 600 habitantes, aunque en verano esta cifra se multiplica por veinte. Pero Punta del Diablo se disfruta todo el año, ya estén sus calles vacías o cual bullicioso hormiguero.
Aunque gran parte del encanto de este balneario reside en su rusticidad, en la vida sencilla con la compañía omnipresente del océano, lo cierto es que en los últimos tiempos la oferta de alojamientos ha puesto las miras en quienes buscan el lujo aún en el fin del mundo, y comienzan a proliferar las posadas y bungalows de altos vuelos.
CÓMO LLEGAR
Pero antes del alojamiento, repasemos cómo llegar: Desde Montevideo se puede tomar un autobús de línea en la estación de Tres Cruces, aunque si se prefiere ir en vehículo propio, ha de tomarse la ruta Interbalnearia en dirección Este, hasta su bifurcación con la ruta 9 en dirección Chuy (la frontera con Brasil). La entrada al balneario se encuentra en el kilómetro 298 de esa vía, y está bien señalizada.
Una vez allí, el visitante encontrará decenas de cabañas para alquilar por días, semanas o incluso meses. Cabañas nuevas, otras más desgastadas por el viento, el salitre y el disfrute, unas casi en la playa, otras sobre la colina y mirando al océano entre pinos y acacias. Cabañas rojas, verdes, azules, amarillas, encaladas, de ladrillo, de madera. La mayoría con las comodidades básicas y, por supuesto, un parrillero en el exterior y una chimenea en el salón.
Las hay cuadradas y erigidas sobre pilares, las hay con techo de paja y reminiscencias de aldea gala, y muchas tienen en el porche una hamaca paraguaya a menudo descolorida pero siempre apetecible. Lo cierto es que todas tienen encanto y es aconsejable dar un garbeo por el pueblo y comparar la oferta antes de decidir. No olvide, por cierto, llevar ropa de cama y toallas.
También hay un albergue y varias posadas y hostales. Los precios son más altos, pero cuentan con servicios como jacuzzi, piscina y acceso a internet.
DUNAS Y UN TRIDENTE
Ya instalados, ¿qué hacer? Nuestro consejo: desconecte el teléfono celular, salga al balcón, o al porche, y mire a su alrededor. Relájese y respire. Olvídese del mundo. Pasee por las dunas de la Playa de la Viuda o la de los Pescadores. Camine por las -muy lisas- rocas hasta la punta del tridente que da su nombre al lugar y presente sus respetos a las pequeñas estatuas que allí se erigen a los próceres Artigas y Bolívar. O suba al Cerro del Rivero y maravíllese del paisaje.
Disfrute del amanecer, otee las rocas en busca de leones marinos, lea junto a la lumbre, converse con los pescadores, pruebe a pescar usted mismo. Por supuesto, si es temporada alta, tiene a su disposición las actividades tradicionales de todo balneario: broncearse al sol, disfrutar la vida nocturna en alguno de los boliches, degustar gastronomía típica de la zona, sobre todo pescados.
Una advertencia: si acude fuera de temporada, especialmente entre semana, puede ser difícil encontrar restaurantes abiertos, con lo que la mejor opción es acudir aprovisionado para cocinar en la cabaña. No obstante, pruebe suerte en lugares como El Viejo y el Mar, junto a la Playa de la Viuda y que promete "diabluras gastronómicas todo el año", o en El Diablo Tranquilo, frente a la del Rivero y regentado por un estadounidense que se enamoró del lugar.
Lo mismo les ha ocurrido a numerosos artistas que se han instalado aquí y venden su obra a los visitantes, que en los talleres podrán comprar artesanía en batik, cerámicas, pinturas, esculturas, madera, muebles y orfebrería, además de los clásicos recuerdos, pulseras o collares en los pequeños puestos del Paseo de los Artesanos, al final de la Playa de los Pescadores.
Además, el entorno de Punta del Diablo cuenta con lugares interesantes para visitar, como el pueblo fronterizo de Chuy, a unos 40 kilómetros, que trae a la memoria un pueblo del lejano oeste, con calles polvorientas, un sinfín de comercios -libres de impuestos- a uno y otro lado de la carretera que separa Uruguay de Brasil y docenas de atareados viandantes.
TORTUGAS PARA LOS NIÑOS
A menos de 10 kilómetros se encuentra la pentagonal Fortaleza de Santa Teresa, iniciada por los portugueses en 1762 y finalizada por los españoles, que tomaron esta plaza poco después. Desde entonces y hasta el fin de las guerras civiles del Uruguay ya independiente, este fuerte, que ahora cuenta con un Museo, fue sido protagonista y testigo de luchas intestinas a mansalva: españoles, portugueses, criollos, ingleses, orientales -uruguayos-.
Para los ecologistas y quienes tienen niños, un paseo fantástico a sólo 15 kilómetros de Punta del Diablo es la visita al Centro de Tortugas Marinas del Uruguay, en La Coronilla, que ofrece viajes guiados y actividades infantiles. |