LA PEDRERA.- Pocos en este balneario de arquitectura rústica y naturaleza agreste recuerdan una mejor temporada que ésta. Eso sí: el éxito turístico de este enclave lleno de encanto, pegado a La Paloma y a cien kilómetros de Punta del Este, suscita sentimientos encontrados entre sus habitués.

No es que renieguen por la abrumadora afluencia joven, algo así como un reparto turístico bien federal de argentinos de hasta 25 años. Lo que rechazan es que el desarrollo que siempre acompaña a una actividad sustentable venga a modificar hábitos arraigados, elevados aquí a la categoría de "mandamientos".

Sucede que a medida que La Barra se vacía de jóvenes, La Pedrera se erige en la meca para ese tipo de turismo, sobre todo entre los argentinos.

Durante la primera quincena del mes, fue tal el volumen del turismo joven que el balneario quedó, literalmente, saturado.

"Los cuatro campings estuvieron completos, al igual que los hoteles, hostels y todas las propiedades en alquiler. Se debió de haber puesto un cartel que alertara: "Totalmente vendido", contaron a La Nacion en la oficina de Turismo local.

Si bien hoy La Pedrera luce un poco más descomprimida, con un 85% de ocupación, el lugar de los jóvenes lo ocupan ahora también parejas y matrimonios con hijos chicos, siempre argentinos.

"Todo el departamento de Rocha está siendo un imán para el turismo argentino esta temporada: desde La Paloma hasta Cabo Polonio y Punta del Diablo", confirmaron fuentes de la repartición turística oficial. Una recorrida de La Nacion por la costa rochense confirmó la percepción.

En La Pedrera, todos alaban su estilo de vida relajado, sin autos, a la usanza de algunos parajes brasileños y en medio de un paisaje natural privilegiado: el mar es turquesa, la arena blanca como harina recién molida y las olas, en sucesiones sincronizadas, se jactan de sus curvaturas perfectas para ser desafiadas.

"Los ritmos de vida aquí son muy tranquilos, para desestresarse. A nadie se le ocurre ir a la playa con celular; eso habla de la necesidad de desconexión de la gente. Y si alguno suena, está mal visto", cuenta Nicolás Posse, un sanisidrense que hace unos años construyó su casa de veraneo aquí.

Los dos lados
Son las siete de la tarde y el Desplayado de Punta Rubia -como se denomina una de las dos playas del balneario- está colmado de gente. En la otra, la Playa del Barco (llamada así porque en sus costas están los restos del barco Cathay, que naufragó en 1971), reinan los surfistas más entrenados. Como si hubiera un límite geográfico tácito, en la primera, de un lado, se agrupan las familias; del otro, los jóvenes, quienes en nutridos grupos se imponen como mayoría.

Entre ellos no circula la cerveza ni las bebidas blancas. El mate pasa de mano en mano, hay muchos juegos de cartas, animadas charlas y guitarreadas. En rondas, voces afinadas entonan rock nacional (argentino y uruguayo).

No es sólo un espíritu más hippie el que acompaña la cadencia del balneario. Hay una actitud general que parece tomar prudente distancia de las modas.

"Acá conviven todos los estilos en armonía. No es un lugar uniforme, sino integrador. Y eso tiene que ver con la onda de la gente y no con la plata que tiene", lanza, filosa, Paula Pellegrini, una veinteañera que junto con su amiga Rocío Mangudo y otras amigas alquilaron juntas una casa a tres cuadras del mar. Pagan 60 dólares diarios.

Sus únicas estridencias en gastos se destinan a tomar el colectivo El Andresito hacia La Paloma y desembolsar los $ 100 uruguayos que les cuesta la entrada a los boliches Arachanes o Pogos. Para ir a las discos siempre hay que viajar, ya que en La Pedrera están vedadas.

Aluvión de visitantes
"Somos muchos los que no nos identificamos con los modos de vida de Pinamar o de Punta del Este", dicen Augusto Pizzo y Rodrigo Messina, ambos porteños, de 21 años. Mientras juegan una partida de truco, deslizan, como en una declaración de principios: "No nos gusta estar en un lugar donde todos se preocupan por cómo están vestidos o si están en el lugar correcto. Acá la diversión está determinada por los vínculos que entablás, los amigos nuevos que hacés", apuntan.

Según cálculos de la policía de La Pedrera, hasta el 15 de este mes cerca de 15.000 argentinos coparon el balneario rochense. "Ahora quedarán 9000 personas, que igual son una revolución", señalan a La Nacion en la única dependencia oficial del balneario. "Pacífico, muy pacífico" es el adjetivo que utilizan los policías para describir el devenir de La Pedrera, donde no se ven los problemas que el exceso de alcohol acarrea, como las riñas o los accidentes, que en otros lados, muchas veces, ponen a los jóvenes en el ojo de la tormenta.

"Acá lo único que tenemos son denuncias por ruidos molestos", sentencia un oficial.

Mientras, en la calle principal del centro, muchas familias, ahora mezcladas con jóvenes, se juntan frente a una pantalla gigante. En minutos más, comenzará un film que, proyectado al aire libre, invita a todos los que lo quieran ver.